Por Fernanda Quiroga.
UNA LUCHA QUE NO SABE
DE GÉNEROS
Hijas, madres,
hermanas. Atravesadas por distintos vínculos familiares, las figuras femeninas
de Laguna Paiva tomaron relevancia de manera protagónica en la lucha iniciada
por los trabajadores del ferrocarril. Con edades diferentes, Zunilda Vergara y
Mercedes Carnero representan la experiencia que debieron vivenciar muchas
mujeres de este pueblo, al verse enfrentadas a la responsabilidad de acompañar
y sostener la pelea iniciada por los empleados ferroviarios, cuando la huelga
terminó por llevar a la clandestinidad a los hombres de sus hogares.
Zunilda era tan solo
una adolescente cuando Laguna Paiva protagonizó la huelga ferroviaria. El
oficio de maquinista de su padre la había llevado de niña a esa localidad,
donde, recuerda, vivió “una vida cómoda”, dado el bienestar económico que los
sueldos de los maquinistas permitían en aquella época. Una vida sin altibajos,
hasta que en 1961, el reclamo llevado adelante por los trabajadores del
ferrocarril la puso frente a lo que en su vida había padecido: las urgencias de
la falta de dinero. “Cuarenta y dos días de huelga, y ahí empezamos a
sufrir lo que jamás habíamos pasado, que era no tener un peso, porque hacía dos
meses que no cobraban. El dinerito que había se agotó y fue muy difícil
soportar ese tiempo”, confiesa.
No obstante, la
irrupción de estos cambios trascendentales no se limitaron al plano económico.
Zunilda relata lo que implicó para una joven de su edad asumir la
responsabilidad de comprometerse en la lucha que estaba llevando adelante su
padre junto a sus pares: “Mi papá se va de casa, se esconde como tantos otros,
y yo era la encargada de tener noticias para trasladarselas a él. Con 17 años,
con mi timidez y falta de experiencia, comencé a asistir a reuniones
clandestinas, que por lo general se hacían de noche”.
Con un poco más de
edad, Mercedes Carnero puede dar cuenta de lo narrado por Zunilda. En ese momento
ella tenía 34 años y se encontraba casada con un empleado ferroviario, sin
embargo, su vínculo con la industria no se terminaba en su matrimonio: con
firme orgullo comenta que también es hija y hermana de ferroviarios.
Desde la actualidad
recuerda la crudeza de ese mismo momento, cuando el alimento era un bien
escaso, que logra amalgamar con las risas que se producen al recordar que comió
durante 42 días seguidos pescado: “Nosotros a la mañana hacíamos cola por un
paquete de fideos, por un kilo de papas. Eso era todo lo que nos daban. Y a la
noche el que podía entrar -al refugio de los trabajadores, en la costa del río,
donde pescaban para alimentarse y enviar comida a sus hogares-, porque de noche
entraba siempre uno, a traer pescado. Algunos tenían más suerte y traían
animales. Nosotros comimos 42 días pescado”.
El arribo del tren
Zunilda dice aún oír
el silbato de la locomotora que aquel día sorprendió a los vecinos del lugar.
Después de 42 días de no haber funcionado un tren, uno de ellos estaba siendo
‘corrido’ por personas ajenas al gremio ferroviario, e intentaba romper una
huelga que a ese momento ya era conocida en todo el país. El mismo sonido del
silbato fue leído claramente por los habitantes de Laguna Paiva como un acto de
burla. Esta situación impulsó a todos los ciudadanos a salir de sus hogares
para ver qué era lo que estaba sucediendo.
Mercedes añade que la
llegada del tren se produce a las dos y cuarto de la tarde, cuando muchas
familias aún se encontraban almorzando. Minutos después, comenta, una multitud
corría a la par de este, arrojando ladrillos, cascotes y cualquier tipo de
material que en ese momento pudiera oficiar de proyectil. “La gente gritaba que
hagamos lo imposible por no dejarlo pasar, porque ello significaba que íbamos a
perder huelga”, recuerda.
Así fue que comienza
la participación activa de las mujeres del pueblo en la lucha por detener el
tren. Gran parte de los hombres se encontraban escondidos a orillas del
Saladillo, por lo que un grupo de mujeres incentiva a las demás a tomar las
riendas del asunto. Según asegura Mercedes, fueron la madre y las dos hijas de
la familia ‘Boggione’ - a quienes describe como “tres mujeres grandotas” - las
que toman la responsabilidad de organizar y a las que no amedrentaba la
represión policial. “Cuando una de ellas vio que la policía tiraba, se le puso
adelante, se desabrochó la camisa y le dijo “Tirá, proba, si me querés a mí vas
a tener que matar todo esto”, detalla.
Mercedes se explaya
sobre el emblemático accionar de este grupo de esposas, hijas y hermanas, en el
intento de detener el tren: “Salimos y peleamos. Empezamos a poner durmientes,
todas las carretillas que había de vías y obras. Y eso fue lo que lo detuvo.
Pero en ese momento empezaron los balazos, en los que perdimos dos vidas, la de
dos obreros. Era una guerra, en mi vida volví a ver eso”.
“Una marca de fuego”
Esas palabras son las
que Zunilda elige para describir las secuelas que los días de la huelga dejaron
a los ciudadanos de Laguna Paiva. Dicha marca no solo es asociada a los días de
la protesta, sino que tiene que ver con el devenir de la historia, con el
posterior deterioro y extinción del ferrocarril. “Si bien después de levantada
la huelga se festejó como ganada, fue pérdida total, porque desde ahí empezaron
con lo que fue el cierre del ferrocarril y el levantamiento de Ramal. Lo que
una quizás lamenta más, es que la mayoría de la gente joven, sobre todo, no
sabe lo que aquí se vivió. No sabe la angustia, los miedos de no saber y tener
que responder por otros, cuando uno ni siquiera estaba capacitada para eso.”,
se sincera.
Las palabras que
emanan de las bocas de las entrevistadas se tiñen a cada instante de anhelo.
Anhelo de aquellas épocas en que esta localidad era considerada por su mano de
obra calificada en la industria ferroviaria, las épocas gloriosas del
ferrocarril. De ese sentimiento han aflorado versos que hoy dan cuenta del
orgullo que los tiempos del ferrocarril han dejando en las familias de Laguna Paiva.
(Aquí iría el audio)
Mariela Artigas (Hija
de Julio Artigas - Ferroviario)
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