Frente a la “publicidad engañosa del imperialismo”, tal como afirma Mirta Varela: “El peronismo opuso, entonces, una propaganda sistemática que debía dar cuenta de la “revolución” que estaba operando y de la armonía y el bienestar en los que el pueblo argentino estaba viviendo”. Esta cuestión explica la presencia de la figura de Perón en las pantallas cinematográficas.
En la década del 50,
durante el segundo gobierno peronista, se ve el incremento de salas pese a que
la industria cinematográfica ya no vive su apogeo. El incremento de
producciones nacionales y la proliferación de los cines remiten a las políticas
ejercidas por el peronismo durante la primera presidencia: por un lado se
fomentó la producción, por otro, se garantizó la exhibición de las películas
filmadas en el país. Varela
sostiene al respecto: “En 1944
se instaura la obligatoriedad de exhibir películas argentinas en todos los
cines del país en distintas proporciones según el tipo de sala. Las
consecuencias resultan palpables: en 1946 se estrenan 32 filmes argentinos y en
1950 se estrenan 56.”
Asimismo, según la
investigadora: “Se produce un
descenso relativo de películas extranjeras que llega a su nivel más bajo en
1950 con 131 filmes estrenados lo cual, de todos modos, supera ampliamente la
producción local”.
En 1955, la “Revolución
Libertadora” modifica el panorama del cine nacional. El proteccionismo del cine
argentino, según Claudio Remedi: “Cae junto con el gobierno de Perón y a
partir de ese momento prolifera la cinematografía extranjera”.
La proscripción del
peronismo con la dictadura de Aramburu afecta no solo el terreno político, sino
que también el ámbito cultural. “Es un contexto donde los cineclubs
proliferan y posibilitan el encuentro con el otro cine que no llega o no puede
llegar a la sala comercial. Los mismos se transforman en espacios de debate y
formación. Muchos directores noveles regresan al país con estudios de cine a
cuestas, y enriquecen estos espacios nutriéndolos de una nueva cinematografía”, explica Remedi.
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