Ante
el clima caldeado de censuras previas al Golpe Militar, los sueños truncos de
un grupo de alumnos de periodismo luego del cierre de su carrera en la
Universidad Católica, motivaron el surgimiento de la primera facultad pública
de Comunicación en la ciudad. Fue así que en 1974, Víctor Aliprandi junto a
otros alumnos avanzados de la facultad recientemente clausurada viajaron a
Buenos Aires para pedirle al entonces ministro de Educación Nacional, Jorge
Taiana, la creación de una carrera de Comunicación estatal en Rosario.
El
regreso a tierras natales trajo las mejores noticias: Aliprandi logró su
cometido en ese periplo porteño, convirtiéndose en el primer director de la carrera
estatal (hoy docente de grado). Su colega y periodista Alicia Simeoni, desde
sus jóvenes 22 años, también vivenció ese complejo renacer académico rosarino
para contarlo: “Empecé a estudiar Comunicación en 1973 en la Universidad
Católica en el Sagrado Corazón porque no había otra carrera. Comencé en marzo y
en junio la cierran. Por eso, me acuerdo cómo los alumnos de los últimos años,
como Victor Aliprandi, lucharon por concretar la existencia de la primera
Escuela de Comunicación Social en el país, que en principio fue un instituto en
una oficina dentro de la Facultad de Humanidades y Artes”.
Simeoni
recuerda que, debido a los álgidos y conflictivos climas sociales que se vivían
durante la última dictadura militar, las
clases de periodismo se interrumpían permanentemente. Al respecto recordó con
nostalgia: -“Antes de la llegada de la primera carrera estatal de Rosario, las
cursadas se daban en diferentes espacios, iban rotando según la coyuntura
política. El tradicional bar el Telégrafo, emplazado en la Peatonal Córdoba
entre Mitre y Entre Ríos, fue uno de los espacios más elegidos”. Pero hay que
tener en cuenta que fueron enseñanzas inconclusas e inconstantes hasta que se
creó el Instituto de Comunicación.
Según el
testimonio de Simeoni, sólo cuatro personas siguieron el estudio como ella y
luego lograron trabajar en medios. Ya que subrayó que debido a la feroz
represión social que se padecía, “la mayoría de los estudiantes abandonaba la
carrera y se volvían a sus pueblos por miedo a perder la vida”.
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