EL CINEASTA URGENTE

 Por Daniel Nuñez Correa

    Raymundo Gleyzer nació en Buenos Aires, el 15 de septiembre de 1941. Hijo de un inmigrante ruso ucraniano, Gleyzer trabajó como crítico, cineasta e incluso como periodista.
Comenzó a estudiar Ciencias Económicas, pero a los 20 años abandonó la carrera para inscribirse en la Escuela Superior de cine de la Universidad Nacional de La Plata. En 1964 filmó La tierra quema, un documental sobre los campesinos en el noroeste de Brasil.
Desde 1965 se dedicó al periodismo. Trabajo en los noticieros de Canal 7 y Canal 13 (Telenoche) y fue el primer camarógrafo argentino en viajar a filmar a las islas Malvinas. Allí realizó un documental sobre la vida cotidiana en las islas. Gleyzer también estuvo a cargo de las cámaras del documental “Adiós Sui Generis”, sobre la banda formada por Charly García y Nito Mestre.
     Su militancia política comenzó en el Partido Comunista (PC), pero conmocionado por la vida y el pensamiento del Che Guevara, Fidel y por toda la Revolución Cubana, se identificó rápidamente con el guevarismo. Desde entonces formó parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT – ERP).
     A partir de su relación con el PRT – ERP, Gleyzer creó el grupo Cine de la Base, que pretendía utilizar los films como herramientas políticas y de lucha de clases.
Por sus ideas políticas, fue secuestrado durante la última dictadura militar, pocos días después del escritor Haroldo Conti quien también adhería al PRT-ERP. Conti y Gleyzer estuvieron en el mismo campo de concentración: el Vesubio.
Gleyzer permanece desaparecido y compañeros en el cautiverio que lograron sobrevivir relatan que Raymundo fue salvajemente torturado por los militares e incluso habría quedado ciego.
     Después de la desaparición de Gleyzer, varios directores de cine de todo el mundo iniciaron una campaña para pedir su liberación, pero esta no dio frutos y hasta el día de hoy se desconoce el paradero de los restos de Gleyzer.

SECUESTRO DEL CONSUL- GERENTE DE SWIFT

 Por Daniela Nuñez Correa
     Stanley Sylvester, cónsul británico honorario y gerente en la planta de Swift en Rosario fue secuestrado por fuerzas del PRT-ERP el 23 de mayo de 1971. Fue uno de los golpes más grandes de la agrupación, junto al asalto al Banco Nacional de Desarrollo en enero del año siguiente.
     La idea del secuestro había comenzado a gestarse a partir de las suspensiones y el cierre temporario de la planta de Swift en Rosario durante 1970. El cierre había sido producto del rechazo al intento del dictador Roberto Levingston de regular el precio de la carne. A principios de febrero de 1971, la situación había comenzado a normalizarse, pero la tensión seguía y los trabajadores se impacientaban.
Finalmente se decidió el secuestro de Sylvester no por su condición de cónsul inglés, sino por su papel en la gerencia de Swift. El ERP lo vigiló durante un tiempo hasta que lo secuestró a fines de mayo del 71.
     El secuestro repercutió en todo el país y el nombre del ERP tomó estado público. Rosario quedó cerrada y se llevaron a cabo operativos de búsqueda multitudinarios.
Ese secuestro fue peculiar no solo por los pedidos de los captores sino también porque Sylvester no fue maltratado y lo sucedido fue reflejado en un comunicado audiovisual clandestino que fue la piedra fundamental para la formación del grupo de Cine de la Base.
     Durante el cautiverio de Sylvester, el ERP difundió siete comunicados y el 27 de mayo anunció sus exigencias: reincorporación de 800 trabajadores cesantes en Swift y el pago de los salarios que se adeudaran, así como la entrega de 25 millones de pesos en alimentos, frazadas y útiles escolares entre los obreros y en villas y escuelas de la zona, en concepto de indemnización a los trabajadores, entre otras cosas. Todo lo sucedido fue registrado en el corto “Swift” de Raymundo Gleyzer.
     Después de que la empresa accediera a los pedidos, Sylvester fue liberado sano y salvo el 30 de mayo de 1971.

GRUPO CINE DE LA BASE EN ROSARIO

ELLOS REALMENTE MORIAN
  Por Eleonora Vivas

     La primera historia que escuche del PRT-ERP fue Trelew estaba mirando un documental donde sonaban nombres que ya había escuchado , Agustín Tosco , la organización Montoneros pero el descubrimiento del ERP fue de una alegría ¡ Una guerrilla marxista leninista en Argentina!. Me alegre históricamente, románticamente, utópicamente y empecé tratar de conseguir información, toda la que pudiera. Ahí descubrí que el ERP había estado todo el tiempo alrededor mío.
     Pablo Pozzi en su trabajo, La influencia del guevarismo en el PRT-ERP de Argentina nos dice: “El PRT fue conformado por la fusión de dos grupos. Uno fue el FRIP (Frente Revolucionario Indo americano Popular), dirigido por Francisco, Asdrúbal Santucho y su hermano Mario Roberto. Este grupo organizaba a los hacheros y los obreros azucareros del noroeste argentino, publicaba un periódico en castellano con expresiones en quechua, y admiraba al APRA peruano y a la Revolución Cubana.
      El segundo grupo fue Palabra Obrera, una organización trotskista en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Rosario dirigida por Nahuel Moreno, con trabajo entre estudiantes universitarios y obreros industriales, y vínculos con la Resistencia Peronista. Establecido en 19655, y a pesar de no ser una organización muy numerosa, el PRT tenía influencia en once sindicatos azucareros pertenecientes a la FOTIA, y elegió dos diputados provinciales en Tucumán en 1965. A partir de 1966 la dictadura de Onganía cerró muchos ingenios azucareros y provocó una gran cantidad de despidos entre los trabajadores del transporte.  
     Particularmente en Tucumán, el PRT estuvo muy involucrado en las luchas contra los cierres de los ingenios…Los alineamientos internos no se correspondieron, necesariamente, con la posición ideológica sustentada antes de la fusión de los dos grupos. Si bien los militantes del FRIP se sentían más cercanos al Che y a la Revolución Cubana, la base de Palabra Obrera también había sido influida por el guevarismo.
      En 1968 el PRT se dividió en dos. El sector dirigido por Santucho comenzó a organizar y desarrollar la lucha armada, fundando finalmente el ERP en 1970, y distanciándose definitivamente del trotskismo en 1973.10 Entre 1970 y 1973 fue el grupo guerrillero más activo de la Argentina.” Compre en una feria del libro Hombres y mujeres del PRT-ERP , en el cual Luis Mattini cuenta , entre otras cosas , la fundación del ERP en el V congreso del PRT :”
     La elección de la regional que tuvo la responsabilidad de elegir el Congreso revela ya que la presión militarista era la dominante en la tendencia leninista”…”el Congreso tenía como misión fundamental lanzar el Partido al combate militar , por la tanto nada mejor que se llevara a cabo en el lugar físico donde las operaciones armadas estaban más desarrolladas e impregnaran las sesiones del espíritu de combatividad”.
     El congreso se llevo a cabo en los últimos días de junio , lo había organizado la seccional Rosario y el lugar fue una finca abandonada sobre las islas Lechiguanas en el extremo norte del Delta del Paraná , Frente a la ciudad de San Nicolás.
El ERP se había formado en las islas que me críe mirando , ¿ Cómo no nos enseñan? ¡Cómo no nos cuentan!. Empecé a hablar con todos los que podía del tema , el primero fue mi viejo , la sorpresa fue cuando me dijo : yo me salve de pedo negra .
No porque haya sido militante sino porque él trabajaba en ACINDAR en la época del “Villazo” , donde un sindicato independentista “ La marrón” le había ganado a la burocrática “lista rosa” peronista . El colectivo que no se tomo para ir a laburar por hacer un cambio de turno fue el primero que se secuestro por parte de la Triple A.
“La marrón” era PRT-ERP. Y así siguieron las conversaciones me dí cuenta que estaba el padre de , el hijo de , el hermano de , todos ERP.
Sigue contando Mattini “Entre Octubre de 1970 y marzo de 1971 el PRT-ERP, paso de ser una secta trotskista con más de diez años de vida vegetativa, en alguno de los sectores del sindicalismo y el estudiantado, a ser la organización más conocida en el orden nacional “.
     Ellos realmente murieron , sus palabras no estaban vacías y las respaldaban con acciones , “revolución o muerte” era eso y murieron. Leyendo una nota sobre Gleyzer me enteré que los torturadores del último golpe militar a los militantes del PRT-ERP los definían cómo “los irrecuperables”. Hay que tener mucho para ser un irrecuperable ante un grupo de torturadores.
Si me preguntaran a mi no hay frase que le quede mejor al ERP que : “ En la cancha se ven los pingos”. Estos pingos corrieron todos.



LA OBRA DEL GRUPO    
     Por Daniela Nuñez Correa

      Aunque pocas personas parecen recodarlo, la primera gran manifestación del Cine de la Base se dio en Rosario. Fue en 1971, cuando el Ejército Revolucionario de los Trabajadores (ERP) secuestró a Stanley Sylvester, gerente del frigorífico Swift y cónsul británico honorario y dio a conocer lo sucedido mediante un comunicado audiovisual firmado por el grupo.


      El PRT-ERP había nacido casi rosarino, ahí nomás, en una isla frente a San Nicolás y en 1971 realizó una de sus más importantes acciones justamente en Rosario: secuestró a Sylvester y exigió a cambio de su libertad un rescate que incluía la reincorporación de trabajadores a la planta y la entrega de una indemnización (alimentos, frazadas y útiles escolares) a los obreros.
Durante la captura de Sylvester, el grupo difundió siete comunicados y lo sucedido quedó registrado en Swift, un corto de Raymundo Gleyzer.  Era el puntapié inicial para la aparición del Cine de la Base. Podemos sostener entonces que la génesis de este grupo estuvo fuertemente influenciada por lo sucedido en Rosario. De no haberse dado el secuestro, el ERP no habría necesitado hacer un comunicado y Gleyzer no se habría visto obligado a formar el grupo de trabajo que se convertiría en los cimientos del grupo Cine de la Base.
     El Cine de la Base fue uno de los dos grandes núcleos de cine político argentino en los 70. El otro fue el Cine Liberación encabezado por Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino y que había hecho “La hora de los hornos”. Gleyzer colaboraba con el otro grupo, pero había diferencias entre ellos, sobre todo luego del cambio del final de “La hora de los hornos”.
Mientras que el grupo «Cine Liberación» suavizó su radicalismo político después del regreso de Perón a la Argentina, el Cine de la Base se mantuvo firme en su postura socialista, obrera y popular.
     Justamente en 1971, Gleyzer le escribía una carta a un amigo mexicano a quien le decía: “De allí que aunque totalmente de acuerdo con las postulaciones de Getino y Solanas (en general y no en particular) no me interesa tanto el elemento cultural que pueda irradiar una obra tercermundista sino su instrumentación política, con la Revolución, desde dentro de la Revolución. Pero, ojo: no la Revolución en abstracto, la Revolución que nos gustaría, sino la que uno, como ser humano, hace. O te juegas entero por la Revolución Socialista o te dedicas a realizar un cine tercermundista y andas escribiendo tu idea sobre lo que hay que hacer, sin hacerlo personalmente”,
     Para el grupo de Gleyzer, el cine tenía que ser revolucionario y ubicarse dentro de una estructura revolucionaria de lucha de clases, sino no tenía demasiado sentido. Para Gleyzer, esa estructura era, en un principio, el Frente de Trabajadores de la Cultura (FALTRAC), parte del PRT-ERP y más tarde, el grupo Cine de la Base.
Si bien FATRAC no duró mucho tiempo, le permitió a Gleyzer consolidar un grupo de trabajo con el realizador Álvaro Melián y con el sonidista Nerio Barberis, con quienes realizó los comunicados y los posteriores largometrajes.
     Después de los comunicados llegaría la decisión de hacer películas con un lenguaje narrativo más clásico, de mayor alcance pero con espíritu combativo.
“Swift” y el comunicado sobre el asalto al Banco Nacional de Desarrollo son dos films que, hasta el día de hoy, suelen ser pasados de largo a la hora de revisar la filmografía de Gleyzer, sobre todo debido a que tuvieron una circulación muy restringida en Argentina: solo se vieron en reuniones de cuadros de vanguardia del ERP en fábricas o sindicatos. Pero su importancia es fundamental: es a partir de ellos que el Cine de la Base se consolida y encuentra su verdadero propósito: asistir en la lucha obrera desde la clandestinidad. Este cine tenía que funcionar como una fuerza de contrainformación que mostrara las manifestaciones y conflictos que enfrentaba el ERP.
     El largometraje que inaugura el grupo es “Los traidores”, una ficción en tono documental sobre la corrupción y la burocracia. Cine de la Base surge, según el mismo Nerio Barberis, “como un grupo cuya función era distribuir los materiales que se producían. Básicamente para que “Los traidores” se pudiera ver. La película estaba hecha, él (Gleyzer) no tenía ningún interés en que la película se diera en una sala: tenía que ir a la base y la base no iba al cine. Al cine iba la clase media”
     Es por eso que el Cine de la Base proyectaba sus películas en barrios obreros y villas, en facultades y departamentos. Cuando hacía exhibiciones para la clase media, pedía una colaboración voluntaria, pero en todos los casos el film tenía que servir como disparador para la discusión política. Juan Greco, ex integrante del grupo, sostiene que ellos hablaban a través de su obra y no bajaban línea en el debate.
“Nosotros no capitalizábamos esa acción, la capitalizaba la gente. Éramos mediadores y hablábamos a través del cine. Después había un responsable político del partido en la villa o en el barrio y él manejaba esa línea de discusión, que por lo general pasaba por los problemas que la gente tenía en ese momento.”, relata en un texto de Peña.
     La película pasaba a ser el disparador de un hecho político. A partir de ella se debatía y de ahí se derivaban decisiones acerca de las medidas que tomarían las fuerzas revolucionarias. Era por eso que el cine, para este grupo, tenía que estar profundamente relacionado con organizaciones como el ERP.
     Y todo comenzó con el primer comunicado realizado en Rosario. De no haberse dado el secuestro de Sylvester, quién sabe si el grupo de Cine de la Base hubiera llegado a formarse. Si bien el trabajo del grupo se extendió con el tiempo, no podemos dejar de lado estas primeras expresiones del cine político de Gleyzer.






La tragedia del ferrocarril

Por Nicolás Lovaisa. 

La tragedia del ferrocarril
Por Nicolás Lovaisa.
La huelga lleva ya varias semanas. Los ferroviarios de Laguna Paiva, la “ciudad del riel”, se refugian en islas de la zona. Así evitan ser capturados por la policía, que los busca para obligarlos a retomar sus funciones. El conflicto comenzó en 1960 y se agudizó en octubre de 1961, cuando el presidente Arturo Frondizi clausuró algunos ramales y decretó el despido de 171 paivenses del Ferrocarril General Belgrano, a través de la implementación del Plan Larkin. Los trenes están paralizados. Por primera vez en mucho tiempo escasea la comida en las casas de los obreros. La solución que encuentran es la pesca: durante la noche, los jefes de familia vuelven a sus hogares, con mucho sigilo, para dejarle sábalos, dorados, que les permitan pasar el mal momento a sus seres queridos.
El 11 de noviembre, durante la sagrada siesta, se escucha el silbato de un tren. “Es una diesel”, dice Mercedes, hija, hermana y esposa de ferroviarios, que reconoce de inmediato la formación que se acerca. “Es una burla”, grita Zunilda. Son las 14:15 horas y cuando llegan a las vías ya son miles las personas que a ladrillazos e insultos intentan detener la marcha de la formación. “No lo dejen pasar, hagan lo imposible porque perdemos la huelga”, se escucha. Las mujeres ven los durmientes al costado de la vía y no dudan: con un esfuerzo descomunal logran cruzarlos en el camino del maquinista, un obrero que decidió romper la huelga, que ahora se ve obligado a frenar. Cuando lo hace, le colocan durmientes atrás, para que ya no pueda moverse. Uno de los 18 policías a bordo abre fuego contra el pueblo que se resiste al cierre de los ferrocarriles y, por ende, a su virtual desaparición. “Eso nos enloqueció. Cuando le pegaron el tiro a Gómez y Oliva, y los vimos caer, nos enloquecimos. Éramos jóvenes y no nos importaba nada”, recuerda Nilda, una de las protagonistas de aquella jornada.
Los medios más importantes de la región, al otro día, encabezarán la noticia con “el desarrollo de los hechos según la policía federal”. En un recuadro quedarán los heridos, Abel Gómez y Orlando Oliva, que fallecieron tras la brutal represión de la Federal. Cinco décadas tardaría la ciudad en reconocer la valentía de aquellas mujeres que encabezaron la lucha de “la Paiva heroíca”.
La ciudad ferroviaria
Laguna Paiva fue fundada el 5 de junio de 1913. Los talleres ferroviarios fueron inaugurados el 16 de junio de 1915, por lo que la vida de sus habitantes estuvo atravesada por el tren, por esa identidad, por la “cultura del trabajo”. Se llegaba al mundo laboral a muy temprana edad, en un proceso que para el obrero era lineal y ascendente. Ser ferroviario era un orgullo, era una expresión de pertenencia a una profesión que tenía, en ese momento, una fuerte legitimidad social. Casi la totalidad de los paivenses estaban relacionados, de manera directa o indirecta, al ferrocarril: como maquinistas, en los talleres reparando coches o fabricando piezas, custodiando las vías o en tareas de mantenimiento de la estación.

Los números dejan en claro esa situación: según explica Matías Rodeiro en “Vías Argentinas, ensayo sobre el ferrocarril”, en 1961 en la ciudad había 12.536 habitantes, de los cuales 1740 eran empleados ferroviarios. En 1986 quedaban 1051 obreros trabajando en el sector. En 1991 el censo precisó que en Paiva vivían 11.926 personas. El menemismo arrasó con lo que quedaba: de la mano de la privatización y el cierre de ramales la ciudad se sumergió en una profunda crisis de la que aún intenta salir. “Nos vinieron a decir, entonces, que formemos una Cooperativa. Vino José Pedraza (condenado a 15 años de prisión por el asesinato de Mariano Ferreyra) y nos dijo que no íbamos a ser más empleados, sino dueños“, cuenta un ferroviario que prefiere no dar su nombre. El discurso neoliberal que equiparaba lo estatal con lo inservible y lo contraponía contra el éxito de lo privado caló hondo en Paiva. La realidad fue difícil de afrontar: “Cobraba y tenía vacaciones. Después de eso pasamos al Plan Jefes y Jefas de Hogar, que nos humillaba pero era nuestra única salida, mientras teníamos que mandar a nuestros hijos a comedores escolares”, recuerda José.
El tejido social comenzó a desintegrarse. Lo explica claramente Florencia Schkolnik en “Vías Argentinas…”: “El tejido se entramó en base al trabajo, no sólo como actividad genérica sino como formador de identidad. Esa trama tendida al costado de las vías quedó deshilachada con el cierre de los talleres ferroviarios. Los paivenses continúan pensándose como miembros de una entidad que supo ser colectiva y que hoy, crisis de por medio, perdió aquella mítica unidad”. Schkolnik agrega que en las ciudades ferroviarias “quedaron hombres y mujeres sin ocupación, quedaron máquinas en suspenso, desheredados adolescentes y niños, comunidades espectrales, fantasmas sin riel”.
“Hoy los chicos buscan una salida laboral rápida. Y cerca de Paiva están la cárcel de Las Flores y la de Coronda. Guardiacárcel, policía y docente son algunas de las opciones. Los chicos que pueden estudiar alguna carrera universitaria, habitualmente no vuelven”, cuenta una maestra que se jubiló en 2011, año en el que, según el censo, la ciudad contaba con 11.405 habitantes: 1131 menos que en 1958 y 521 menos que en 1991. Los ferroviarios pasaron de 1740 en 1958 a cerca de 150 que integraron la Cooperativa de Trabajos Industriales de Laguna Paiva. Hoy son 180 que trabajan para el grupo EMEPA, ante la venta de Cotilpa.

La devastación de Laguna Paiva fue lenta, pero demoledora. No tuvo prisa, pero mucho menos pausa. Aquella huelga de 1961, con las mujeres levantando durmientes para impedir el paso de una locomotora, fue una gesta heroíca que durante mucho tiempo fue silenciada. La lucha del pueblo paivense, de una valentía inconmensurable, fue una pequeña victoria que, sin embargo, no pudo doblegar el proceso de destrucción del ferrocarril, que ya se había iniciado. “Secuestren el tren, secuéstrenme, no me dejen ir, porque este tren se va y no vuelve más”, fueron las palabras del ferroviario que hizo el último recorrido en “la ciudad del riel”. Conocía, casi como ningún otro, el destino que le esperaba a su ciudad ante el avance neoliberal.

PAIVA COMBATIENTE

Por Alejandra Escalas. 

“…Paivera linda, bella paivera que combatiste a la Federal aquella tarde
de primavera que como pantera fuiste a pelear.
Ni mil metrallas que te tiraron del tren de tropas que ardiendo está.
Ni con bombas te amedrantaron porque sos gaucha y sabes pelear…”
Demetrio Díaz Acuña

Laguna Paiva, es una ciudad, a 40 km al norte de la ciudad de Santa Fe. Localidad de ferroviarios, maestros, comerciantes, hombres, niños, niñas y mujeres que su historia está atravesada por las vías del tren. Los habitantes que protagonizaron la resistencia de la lucha ferroviaria que comenzó el 30 de octubre de 1961 y culminó el 10 de diciembre quizás no olviden jamás lo que defendieron en esos días, hoy a 52 años nos damos cita para revalorizar historias de nuestra región.

DESANDANDO LAS VÍAS

Por Fernanda Quiroga.

Julio Artigas, ex ferroviario y protagonista de la huelga de Laguna Paiva, realiza un recorrido por las épocas doradas del ferrocarril, las duras jornadas atravesadas durante la época de la huelga y el posterior deterioro del sistema ferroviario. Con una mirada crítica sobre la cobertura que en aquellos tiempos los medios de comunicación dieron al suceso, resalta la importancia de conocer la verdadera historia de una lucha que supo amalgamar la voluntad y la valentía de todo un pueblo.

- ¿Cómo era el trabajo en el ferrocarril, previo al estallido del conflicto?

En el año 1958, en Paiva nosotros contábamos con entre 500 y 600 jóvenes que tenían tercer año con un oficio: electricista, tornero mecánico, carpintero y herrero. Y en aquella época fue una avanzada. Algunos estudiamos, otros no, pero el taller de Laguna Paiva siempre tenía un muy buen nivel de instrucción. Y es por eso que el taller se destacaba, porque aquí se hicieron muchas cosas. Vagones, que cargaban en treinta minutos treinta toneladas, las cuales se bajaban en el puerto de Santa Fe en diez minutos las treinta toneladas. Imaginate si esa gente hubiese sido incentivada, si la empresa hubiese tenido inversión en esa época.

- ¿Hasta qué momento el ferrocarril tuvo vida en Laguna Paiva?

Hasta el 92, pero paulatinamente, después del 61, después de la huelga se fue desmembrando y se fue descapitalizando la empresa. No hay palabras. Se perdieron muchas profesiones, mucha mano de obra y conocimientos que solo estaban en la cabeza de los señores oficiales. Nos enseñaban y nos decían “pibes, aprendan esto que no está en los libros”. Pero, lamentablemente, después de haber festejado aquella huelga ganada, no nos imaginábamos que en los 90 esto iba a terminar desapareciendo.

- ¿Cómo fueron esos días de la huelga? Mientras la misma duraba ¿había obreros que iban aceptando despidos?

No, solamente en Junín. Más allá que el ‘61 fue un suceso muy grande, es importante destacar que en el año ‘58 y ‘59 en Junín se hizo un paro, y allí murieron dos mujeres. Lo que sucede es que el periodismo pasó por alto esta información, porque, desgraciadamente, la prensa estaba a favor del gobierno oficial, en ese momento a cargo de Don Arturo Frondizi. Frondizi aplicó el plan Conintes, primero con los bancarios y después de la huelga con nosotros. Teníamos gendarmes en el taller. Obrero que entraba tarde, como en la colimba, lo pelaban. Ese era el plan Conintes.

- ¿Qué edad tenía usted en esa época?

Yo tenía en esa oportunidad 23 años. Imaginate, cuando empieza la huelga, a los diez días de la huelga, todo dirigente gremial desapareció, porque venían a hacerlo trabajar o a meterlo preso, entonces se optó por desaparecer y hacer reuniones clandestinas oscuras. Y nosotros, los jóvenes nos  hicimos cargo del gremio, con toda lo que ello implicaba.

Hay un montón de entretelones que no se pueden contabilizar. Muchos actos heroicos, como fue el de las mujeres, como fue el de un buen día uno dijo “¿Y cómo nos identificamos para salir a la calle?”, “Y, con unos sombreritos de papel”. Y había dos mil o tres mil personas por todas las calles, todas las tardes dando vueltas por el pueblo.

- ¿Qué sucede después del ‘61?

Después del 61 mucha gente se fue. A tal punto que en varios lugares del país, por mencionarte algunos, San Nicolás y Trelew, hay un conglomerado de paivenses que eran de aquella época. En el año ‘58, nosotros éramos en el taller 2100 trabajadores, y quedamos más o menos 1500, 1600 personas.

- Volviendo a los medios de comunicación ¿Cómo recuerda usted que fue en ese momento la cobertura de este suceso?

J: Nosotros teníamos en contra a todo el periodismo. El periodismo, o mejor dicho, el mal periodista, está siempre a favor del poderoso, nunca a favor del trabajador. Porque ellos sabían que nosotros teníamos razón, sin embargo, cuando metieron presos a siete muchachos a las dos de la mañana, al otro día vino Canal 7 de Buenos Aires - ellos estaban tirados ahí en la estación del ferrocarril -, los hicieron parar y los presentaron como “ los terroristas que quemaron el tren”. 

Inclusive con el tren, todo el periodismo dijo que nosotros lo habíamos quemado. Imaginate que un tren viene tirado por una locomotora, y, o casualidad, se quemaron cinco coches y no se quemó la locomotora. ¿Cuál fue la causa? Simplemente, que cuando el tren paró aquí en el kilómetro 40, con otro empleado, que trabajaba en el depósito de la locomotora, dijimos “vamos a sacarle los tapones a los tanques de gasoil de la locomotora y vamos a procurar desengancharla y tirarla”. Y el gasoil corrió por la vía, porque había una cantidad de 2000 litros de gasoil. Yo no sé si fue un papel o un gas lacrimógeno de los que tiraba la policía que hizo prender fuego abajo. Fijate que si nosotros hubiéramos prendido fuego el tren lo hubiéramos hecho desde arriba, no desde abajo, y lo hubiéramos prendido todo, con locomotora incluida. Entonces es una vil mentira que hayan dicho que Paiva quemó el tren.

Al contrario, las siete vías estaban ocupadas por vagones con mercaderías, que estaban desde el 30 de noviembre - que fue el último tren que llegó a Paiva -, y la gente, para que no tomaran fuego esos vagones, a palanca y a hombro los sacaba de la llama de fuego. Inclusive, procuraban que no existiera peligro con la planta de oxígeno que teníamos acá en el pueblo. Eso es lo que no contó el periodismo.

-¿Cómo fue el acompañamiento de los ciudadanos de Laguna Paiva a la lucha de los trabajadores?

Hubo mucha gente heróica, mucha. Inclusive hasta los pibes - que hoy son hombres - tiraban cascotes. La huelga se hizo carne en la gente de Paiva. En los almacenes nos daban mercaderías al fiado. Nos decían “Y bueno, cuando no tengamos más no tenemos más. Cuando ustedes vuelvan a trabajar nos van a pagar”, y así fue. Un cúmulo de solidaridad entre la gente. Iban a buscar pescado al Saladillo, y se traía pescado para todos. El que quería tenía. No nos faltó nunca la comida. Era escasa, y no de tan buen grado, pero teníamos comida. ¡No quedó ni un cuis! Los comimos a todos. Les cortabamos la cabeza, le sacamos el cuero y lo hacíamos a la parrilla. Bien adobado es rico.


Así que eso ocurrió en Paiva. Pero también hubo mucha gente en Tucumán, en Dean Funes, en Mendoza, en Junín, en Remedio de Escaladas. Mucha gente ferroviaria que fue solidaria con sus compañeros.

“Sin entender por qué pasaba lo que pasaba, debí asumir la responsabilidad”

Por Fernanda Quiroga.

UNA LUCHA QUE NO SABE DE GÉNEROS
Hijas, madres, hermanas. Atravesadas por distintos vínculos familiares, las figuras femeninas de Laguna Paiva tomaron relevancia de manera protagónica en la lucha iniciada por los trabajadores del ferrocarril. Con edades diferentes, Zunilda Vergara y Mercedes Carnero representan la experiencia que debieron vivenciar muchas mujeres de este pueblo, al verse enfrentadas a la responsabilidad de acompañar y sostener la pelea iniciada por los empleados ferroviarios, cuando la huelga terminó por llevar a la clandestinidad a los hombres de sus hogares.
Zunilda era tan solo una adolescente cuando Laguna Paiva protagonizó la huelga ferroviaria. El oficio de maquinista de su padre la había llevado de niña a esa localidad, donde, recuerda, vivió “una vida cómoda”, dado el bienestar económico que los sueldos de los maquinistas permitían en aquella época. Una vida sin altibajos, hasta que en 1961, el reclamo llevado adelante por los trabajadores del ferrocarril la puso frente a lo que en su vida había padecido: las urgencias de la falta de dinero. “Cuarenta y dos días de huelga, y  ahí empezamos a sufrir lo que jamás habíamos pasado, que era no tener un peso, porque hacía dos meses que no cobraban. El dinerito que había se agotó y fue muy difícil soportar ese tiempo”, confiesa.
No obstante, la irrupción de estos cambios trascendentales no se limitaron al plano económico. Zunilda relata lo que implicó para una joven de su edad asumir la responsabilidad de comprometerse en la lucha que estaba llevando adelante su padre junto a sus pares: “Mi papá se va de casa, se esconde como tantos otros, y yo era la encargada de tener noticias para trasladarselas a él. Con 17 años, con mi timidez y falta de experiencia, comencé a asistir a reuniones clandestinas, que por lo general se hacían de noche”.
Con un poco más de edad, Mercedes Carnero puede dar cuenta de lo narrado por Zunilda. En ese momento ella tenía 34 años y se encontraba casada con un empleado ferroviario, sin embargo, su vínculo con la industria no se terminaba en su matrimonio: con firme orgullo comenta que también es hija y hermana de ferroviarios.
Desde la actualidad recuerda la crudeza de ese mismo momento, cuando el alimento era un bien escaso, que logra amalgamar con las risas que se producen al recordar que comió durante 42 días seguidos pescado: “Nosotros a la mañana hacíamos cola por un paquete de fideos, por un kilo de papas. Eso era todo lo que nos daban. Y a la noche el que podía entrar -al refugio de los trabajadores, en la costa del río, donde pescaban para alimentarse y enviar comida a sus hogares-, porque de noche entraba siempre uno, a traer pescado. Algunos tenían más suerte y traían animales. Nosotros comimos 42 días pescado”.
El arribo del tren
Zunilda dice aún oír el silbato de la locomotora que aquel día sorprendió a los vecinos del lugar. Después de 42 días de no haber funcionado un tren, uno de ellos estaba siendo ‘corrido’ por personas ajenas al gremio ferroviario, e intentaba romper una huelga que a ese momento ya era conocida en todo el país. El mismo sonido del silbato fue leído claramente por los habitantes de Laguna Paiva como un acto de burla. Esta situación impulsó a todos los ciudadanos a salir de sus hogares para ver qué era lo que estaba sucediendo.
Mercedes añade que la llegada del tren se produce a las dos y cuarto de la tarde, cuando muchas familias aún se encontraban almorzando. Minutos después, comenta, una multitud corría a la par de este, arrojando ladrillos, cascotes y cualquier tipo de material que en ese momento pudiera oficiar de proyectil. “La gente gritaba que hagamos lo imposible por no dejarlo pasar, porque ello significaba que íbamos a perder huelga”, recuerda.
Así fue que comienza la participación activa de las mujeres del pueblo en la lucha por detener el tren. Gran parte de los hombres se encontraban escondidos a orillas del Saladillo, por lo que un grupo de mujeres incentiva a las demás a tomar las riendas del asunto. Según asegura Mercedes, fueron la madre y las dos hijas de la familia ‘Boggione’ - a quienes describe como “tres mujeres grandotas” - las que toman la responsabilidad de organizar y a las que no amedrentaba la represión policial. “Cuando una de ellas vio que la policía tiraba, se le puso adelante, se desabrochó la camisa y le dijo “Tirá, proba, si me querés a mí vas a tener que matar todo esto”, detalla.
Mercedes se explaya sobre el emblemático accionar de este grupo de esposas, hijas y hermanas, en el intento de detener el tren: “Salimos y peleamos. Empezamos a poner durmientes, todas las carretillas que había de vías y obras. Y eso fue lo que lo detuvo. Pero en ese momento empezaron los balazos, en los que perdimos dos vidas, la de dos obreros. Era una guerra, en mi vida volví a ver eso”.
“Una marca de fuego”
Esas palabras son las que Zunilda elige para describir las secuelas que los días de la huelga dejaron a los ciudadanos de Laguna Paiva. Dicha marca no solo es asociada a los días de la protesta, sino que tiene que ver con el devenir de la historia, con el posterior deterioro y extinción del ferrocarril. “Si bien después de levantada la huelga se festejó como ganada, fue pérdida total, porque desde ahí empezaron con lo que fue el cierre del ferrocarril y el levantamiento de Ramal. Lo que una quizás lamenta más, es que la mayoría de la gente joven, sobre todo, no sabe lo que aquí se vivió. No sabe la angustia, los miedos de no saber y tener que responder por otros, cuando uno ni siquiera estaba capacitada para eso.”, se sincera.
Las palabras que emanan de las bocas de las entrevistadas se tiñen a cada instante de anhelo. Anhelo de aquellas épocas en que esta localidad era considerada por su mano de obra calificada en la industria ferroviaria, las épocas gloriosas del ferrocarril. De ese sentimiento han aflorado versos que hoy dan cuenta del orgullo que los tiempos del ferrocarril han dejando en las familias de Laguna Paiva.
(Aquí iría el audio)

Mariela Artigas (Hija de Julio Artigas - Ferroviario)