Por Fernanda Quiroga.
Julio Artigas, ex ferroviario y protagonista de la huelga de Laguna Paiva, realiza un recorrido por las épocas doradas del ferrocarril, las duras jornadas atravesadas durante la época de la huelga y el posterior deterioro del sistema ferroviario. Con una mirada crítica sobre la cobertura que en aquellos tiempos los medios de comunicación dieron al suceso, resalta la importancia de conocer la verdadera historia de una lucha que supo amalgamar la voluntad y la valentía de todo un pueblo.
Julio Artigas, ex ferroviario y protagonista de la huelga de Laguna Paiva, realiza un recorrido por las épocas doradas del ferrocarril, las duras jornadas atravesadas durante la época de la huelga y el posterior deterioro del sistema ferroviario. Con una mirada crítica sobre la cobertura que en aquellos tiempos los medios de comunicación dieron al suceso, resalta la importancia de conocer la verdadera historia de una lucha que supo amalgamar la voluntad y la valentía de todo un pueblo.
- ¿Cómo era el trabajo en
el ferrocarril, previo al estallido del conflicto?
En el año 1958, en Paiva nosotros contábamos con entre 500 y
600 jóvenes que tenían tercer año con un oficio: electricista, tornero
mecánico, carpintero y herrero. Y en aquella época fue una avanzada. Algunos
estudiamos, otros no, pero el taller de Laguna Paiva siempre tenía un muy buen
nivel de instrucción. Y es por eso que el taller se destacaba, porque aquí se
hicieron muchas cosas. Vagones, que cargaban en treinta minutos treinta
toneladas, las cuales se bajaban en el puerto de Santa Fe en diez minutos las
treinta toneladas. Imaginate si esa gente hubiese sido incentivada, si la
empresa hubiese tenido inversión en esa época.
- ¿Hasta qué momento el
ferrocarril tuvo vida en Laguna Paiva?
Hasta el 92, pero paulatinamente, después del 61, después de la
huelga se fue desmembrando y se fue descapitalizando la empresa. No hay
palabras. Se perdieron muchas profesiones, mucha mano de obra y conocimientos
que solo estaban en la cabeza de los señores oficiales. Nos enseñaban y nos
decían “pibes, aprendan esto que no está en los libros”. Pero, lamentablemente,
después de haber festejado aquella huelga ganada, no nos imaginábamos que en
los 90 esto iba a terminar desapareciendo.
- ¿Cómo fueron esos días
de la huelga? Mientras la misma duraba ¿había obreros que iban aceptando
despidos?
No, solamente en Junín. Más allá que el ‘61 fue un suceso muy
grande, es importante destacar que en el año ‘58 y ‘59 en Junín se hizo un
paro, y allí murieron dos mujeres. Lo que sucede es que el periodismo pasó por
alto esta información, porque, desgraciadamente, la prensa estaba a favor del
gobierno oficial, en ese momento a cargo de Don Arturo Frondizi. Frondizi
aplicó el plan Conintes, primero con los bancarios y después de la huelga con
nosotros. Teníamos gendarmes en el taller. Obrero que entraba tarde, como en la
colimba, lo pelaban. Ese era el plan Conintes.
- ¿Qué edad tenía usted
en esa época?
Yo tenía en esa oportunidad 23 años. Imaginate, cuando empieza
la huelga, a los diez días de la huelga, todo dirigente gremial desapareció,
porque venían a hacerlo trabajar o a meterlo preso, entonces se optó por
desaparecer y hacer reuniones clandestinas oscuras. Y nosotros, los jóvenes
nos hicimos cargo del gremio, con toda
lo que ello implicaba.
Hay un montón de entretelones que no se pueden contabilizar.
Muchos actos heroicos, como fue el de las mujeres, como fue el de un buen día
uno dijo “¿Y cómo nos identificamos para salir a la calle?”, “Y, con unos
sombreritos de papel”. Y había dos mil o tres mil personas por todas las
calles, todas las tardes dando vueltas por el pueblo.
- ¿Qué sucede después del
‘61?
Después del 61 mucha gente se fue. A tal punto que en varios
lugares del país, por mencionarte algunos, San Nicolás y Trelew, hay un
conglomerado de paivenses que eran de aquella época. En el año ‘58, nosotros
éramos en el taller 2100 trabajadores, y quedamos más o menos 1500, 1600
personas.
- Volviendo a los medios
de comunicación ¿Cómo recuerda usted que fue en ese momento la cobertura de
este suceso?
J: Nosotros teníamos en contra a todo el periodismo. El
periodismo, o mejor dicho, el mal periodista, está siempre a favor del
poderoso, nunca a favor del trabajador. Porque ellos sabían que nosotros
teníamos razón, sin embargo, cuando metieron presos a siete muchachos a las dos
de la mañana, al otro día vino Canal 7 de Buenos Aires - ellos estaban tirados
ahí en la estación del ferrocarril -, los hicieron parar y los presentaron como
“ los terroristas que quemaron el tren”.
Inclusive con el tren, todo el periodismo dijo que nosotros lo
habíamos quemado. Imaginate que un tren viene tirado por una locomotora, y, o
casualidad, se quemaron cinco coches y no se quemó la locomotora. ¿Cuál fue la
causa? Simplemente, que cuando el tren paró aquí en el kilómetro 40, con otro
empleado, que trabajaba en el depósito de la locomotora, dijimos “vamos a
sacarle los tapones a los tanques de gasoil de la locomotora y vamos a procurar
desengancharla y tirarla”. Y el gasoil corrió por la vía, porque había una
cantidad de 2000 litros de gasoil. Yo no sé si fue un papel o un gas
lacrimógeno de los que tiraba la policía que hizo prender fuego abajo. Fijate
que si nosotros hubiéramos prendido fuego el tren lo hubiéramos hecho desde
arriba, no desde abajo, y lo hubiéramos prendido todo, con locomotora incluida.
Entonces es una vil mentira que hayan dicho que Paiva quemó el tren.
Al contrario, las siete vías estaban ocupadas por vagones con
mercaderías, que estaban desde el 30 de noviembre - que fue el último tren que
llegó a Paiva -, y la gente, para que no tomaran fuego esos vagones, a palanca
y a hombro los sacaba de la llama de fuego. Inclusive, procuraban que no
existiera peligro con la planta de oxígeno que teníamos acá en el pueblo. Eso
es lo que no contó el periodismo.
-¿Cómo fue el
acompañamiento de los ciudadanos de Laguna Paiva a la lucha de los
trabajadores?
Hubo mucha gente heróica, mucha. Inclusive hasta los pibes -
que hoy son hombres - tiraban cascotes. La huelga se hizo carne en la gente de
Paiva. En los almacenes nos daban mercaderías al fiado. Nos decían “Y bueno,
cuando no tengamos más no tenemos más. Cuando ustedes vuelvan a trabajar nos
van a pagar”, y así fue. Un cúmulo de solidaridad entre la gente. Iban a buscar
pescado al Saladillo, y se traía pescado para todos. El que quería tenía. No
nos faltó nunca la comida. Era escasa, y no de tan buen grado, pero teníamos
comida. ¡No quedó ni un cuis! Los comimos a todos. Les cortabamos la cabeza, le
sacamos el cuero y lo hacíamos a la parrilla. Bien adobado es rico.
Así que eso ocurrió en Paiva. Pero también hubo mucha gente en
Tucumán, en Dean Funes, en Mendoza, en Junín, en Remedio de Escaladas. Mucha
gente ferroviaria que fue solidaria con sus compañeros.
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